La audacia que ha catapultado a Carlos Alcaraz a la cima del tenis mundial se ha convertido también su talón de Aquiles en determinados encuentros. Su juego se define por una propuesta de altísimo voltaje, una búsqueda constante del golpe ganador que levanta al público de sus asientos y desespera a sus rivales. Sin embargo, esa misma identidad es un arma de doble filo que, en los días grises, se convierte en su peor enemigo y le aboca a derrotas inesperadas.

De hecho, esta arriesgada dualidad no ha pasado desapercibida para las voces más autorizadas del circuito. Una de las más contundentes ha sido la del exnúmero uno del mundo Jim Courier, quien, tras la última derrota del murciano, no se anduvo con rodeos y calificó su estilo de kamikaze . Para el reputado analista estadounidense, e

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