La decisión no surgió de un impulso repentino, sino de una idea que lo persiguió durante casi una década. En algún momento entre rodajes y estrenos, el pensamiento de donar un riñón se instaló en su mente como un eco que no lograba callar. Lo llamó a una organización, pero no obtuvo respuesta. Hasta que, hace unos meses, una charla con un médico amigo lo llevó hasta NYU Langone Health . Al día siguiente, ya estaba sometido a una batería de exámenes: sangre, imágenes, evaluaciones psicológicas, revisiones exhaustivas. Nada quedó al azar.

“No sé por qué lo hago”, dijo en televisión, con esa mezcla de timidez y claridad que lo define. Pero su explicación, aunque sencilla, desafía lo convencional: “Esencialmente es sin riesgo, y extremadamente necesario” . Y ahí está el giro: no se trata

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