La Guerra Fría enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial. Su inicio se remonta a 1945 y su fin a 1991, con la disolución de la URSS. La base de que aquello nunca acabara en un choque armado directo estuvo en el equilibrio del terror: la carrera armamentista volvía su enfrentamiento tan peligroso que ninguna de las partes disparaba porque no podía esperar obtener ventaja alguna.

Y fue así que EEUU y la URSS ponían en el escaparate lo mejor de sus arsenales, lo más peligroso, lo más letal para amenazar al enemigo. Parece que esos tiempos, los de amenazar al otro mostrando los poderes propios, hubieran vuelto.

Lo viene haciendo regularmente la Rusia de Vladimir Putin, la Corea del Norte de Kim Jong-un y, más discretamente, la China de Xi Jinping. Ahora es

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