En política los espacios vacíos se ocupan. Y el quietismo , más pronto que tarde, termina pagándose. Se trata de una infalible ley natural. Aristóteles sostenía que la Naturaleza no toleraba el espacio vacío y don Luis de Góngora (y Argote), poeta meridional, era incapaz de escribir un verso sin un cultismo, del mismo modo que los geógrafos antiguos –los señores de los mapas– recurrían a su inventiva y a las obras de la literatura fantástica para, dado que las expediciones marineras sólo conocían con certeza la costa de un nuevo territorio, rellenar con alegorías sus representaciones en dos dimensiones.

El vacío siempre es un interrogante, una ausencia, una duda. Igual que la muerte. El PP andaluz, que lleva ya un mes inmerso en un colosal ataque de nervios por la crisis política causad

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