El bato con botas acaba de reconocer que “se dejó” engañar por sus patrones para que no impulsara el aumento del salario mínimo entre otras de sus pifias, quien le escribía sus discursos ha confesado que el “tomandante” fue intolerante y narcisista empede-rnidoy que el empeñado enterrador del otrora invencible se dejaba conducir en eso de los espiches oficiales ante su ignorancia supina y su chabacanería para referirse a casi cualquier asunto como aquel ya clásico de “no menos, ocho minutos”.
Muestras de lo permisivo de los titulares del ejecutivo federal que a este amanuense le consta al menos desde los setenta del siglo pasado en que verdaderas perlas para el museo del horror caracterizan a los plenipotenciarios presidentes de la república ahora casi convertida lastimosamente en repúbli

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