La desconexión con el entorno natural es uno de los peajes de la vida moderna. Vivimos cada vez más concentrados en grandes urbes, rodeados de asfalto y hormigón. Según datos de las Naciones Unidas, esta tendencia no hace más que acentuarse: si hoy más de la mitad del planeta reside en ciudades, se prevé que para el año 2050 el porcentaje alcance el 66 %. Este desarraigo del medio natural es un fenómeno global que genera un profundo malestar en la sociedad.
Frente a esta realidad, desde Japón llegó en la década de los ochenta una propuesta tan sencilla como revolucionaria: el shinrin-yoku o «baño de bosque». El concepto fue impulsado por la Agencia Forestal del país asiático con un objetivo muy claro: buscar una forma de paliar los efectos del estrés en una población agotada por el

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