Ser amable ya no parece una virtud, sino un rasgo sospechoso. En una época donde el sarcasmo es moneda corriente y el cinismo suena inteligente, la bondad ha perdido prestigio. Las redes sociales lo dejan claro: lo que genera atención es la polémica, no la empatía. La gente amable no hace ruido, y eso, en el mundo digital, equivale a no existir.

El problema no es que la bondad haya desaparecido, sino que dejó de ser tendencia. Nos acostumbramos a que la agresividad sea vista como autenticidad, y la cortesía como debilidad. La cultura del “yo soy así” se volvió escudo para justificar la falta de empatía. Ser directo no debería ser sinónimo de ser cruel, pero lo es cada vez más.

Detrás de esa dureza hay miedo. Miedo a ser aprovechado, a parecer ingenuo, a ser el “bobo” del grupo. Y así, po

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