Mi mamá era de piel clara, ojos oscuros y grandes, y una sonrisa espléndida. Mujer andina de carácter fuerte. Le gustaba ayudar a los demás, era dicharachera y siempre lista para contar un chiste de doble sentido. Aunque había que correr cuando se ponía brava.

Enfermera de las que ya no hay. En el pasado se les conocía como «auxiliares de enfermería». Ella siempre afirmaba que eran «las que limpiaban la mierda”, mientras que las graduadas solo miraban.

Me remonto a la década de los ‘80. Mamá se vino a vivir con nosotros. Para ese momento, yo estaba trabajando en una compañía de químicos.

Ella era una fumadora de Lucky Strike por excelencia, y si le sumamos varias tazas de café al día, estaríamos hablando de un día habitual y placentero para ella.

Una tarde, tuve que llevarla al médic

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