Los Cañeros , con guantes que parecían pegados a las manos y una actitud de quienes no conocen el rendimiento, sellaron el 3‑2 contra los Yaquis , cuya racha de cinco triunfos se detuvo como un tren que pierde velocidad en la curva.
En Hermosillo, donde el calor no es solo del clima sino del ánimo de la tribuna, Luis Verdugo no solo rompió el empate con su triple en el octavo: lo hizo con la calma de quien sabe que en esta liga, el bate no habla hasta que el balón vuela. Los Tomateros llegaron perdiendo por cinco, pero salieron ganando 9‑8, como si cada carrera fuera un paso más cerca de casa. No hubo gritos desesperados, solo miradas de complicidad entre jugadores que llevan años sabiendo que en el béisbol, lo que se pierde hoy, se recupera mañana.
En Nayarit, la tarde se volvió l

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