Lo de menos es lo que hizo en esa hora de la tarde del nefasto día 29 de octubre de 2024 en la que se le perdió la pista y cuyo contenido él ha ocultado durante un año. Sólo sirve al morbo nacional especular sobre lo que todo el mundo piensa: que hubo demasiado tiempo entre acompañar a la periodista amiga al aparcamiento, después de cuatro horas en El Ventorro, y llegar a su lugar principal de trabajo, el Palau de la Generalitat valenciana.
Lo relevante es que, en esos momentos, muchos valencianos se estaban ahogando, viendo destrozadas sus casas o arruinadas sus vidas y su presidente se informaba –en el mejor de los casos– a través del teléfono, y nunca consideró que su único sitio decente para estar aquella tarde era al frente de los equipos políticos que intentaban, con mejor voluntad

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