En tiempos recientes, la expansión de las redes sociales y su uso con fines políticos han transformado de manera profunda la relación entre representantes y representados. Más allá de los múltiples propósitos que hoy se les atribuyen, es innegable que estas plataformas han abierto canales de comunicación impensados hace apenas una década.

Sin embargo, la comunicación política en el entorno digital ha caído, con frecuencia, en la trampa de la superficialidad. No son pocos los casos en que las redes se convierten en vitrinas personales, más al servicio del marketing que del diálogo ciudadano. Frases grandilocuentes y mensajes diseñados para ser compartidos, acompañados de fotografías o anécdotas cuidadosamente seleccionadas, terminan por desplazar el debate de ideas y la sana negociación de

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