El peronismo atraviesa una de las crisis más profundas de su historia. No por falta de votos, sino por falta de ideas. La dirigencia parece haber perdido la capacidad de leer lo que pasa en la calle, de entender el sufrimiento real de quienes alguna vez fueron su razón de ser. Mientras la política discute nombres y cargos, millones de argentinos viven con la angustia cotidiana de no saber si llegarán a fin de mes.

La autocrítica ya no puede seguir postergándose. No se trata de buscar culpables, sino de revisar con honestidad por qué se desvaneció el vínculo con los más pobres, por qué la palabra «justicia social» se volvió un eslogan vacío y por qué tantos compañeros se sintieron expulsados del proyecto colectivo.

Es urgente un cambio de paradigma que devuelva al peronismo su espíritu tr

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