Hay jonrones que se recuerdan por la distancia. Otros, por el ruido. Algunos porque fueron memorables. Y hay jonrones que se recuerdan porque no debían ocurrir, como el de Miguel Rojas.

El mirandino no estaba escrito para la gloria. No en este equipo lleno de constelaciones. No en un lineup donde Shohei Ohtani es el sol alrededor del cual gira todo. No con 36 años, sin contratos estratosféricos, sin la etiqueta de estrella. Pero el beisbol siempre ha tenido esa elegancia cruel de premiar al que no se rinde.

Con los Dodgers perdiendo por una en el noveno, el Rogers Centre rugiendo como un coliseo y Jeff Hoffman —brazo firme, plan claro— en la lomita, Miguel Rojas solo quería llegar a primera. «Mi objetivo era darle a la bola por el medio y tratar de dar un hit para ponerme en base para Sh

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