Son las cinco de la tarde y las calles de Cañadón Seco hacen silencio. Hay poco movimiento en el pueblo; solo algunos vecinos se preparan para buscar a los chicos en la escuela. La actividad petrolera es casi nula y se siente. Lo que sucede es el reflejo del parate que vive Santa Cruz luego de que YPF decidió abandonar las áreas maduras , dejando un enorme pasivo ambiental y social.

María Irene Gómez (80) mira televisión. La panadería que atendió durante los últimos 50 años está cerrada: en parte por la crisis que vive el pueblo, en parte por su edad y también porque sentía que era tiempo de descansar. “Estoy tranquila”, dice con una sonrisa. “Ya era momento de dejar la actividad, porque, aparte del pan, yo hacía viandas. Todavía me siguen llamando para preguntarme: ‘¿Qué cocinó hoy?

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