En el páramo de La Lora, al norte de la provincia de Burgos, el reloj se detuvo a las 11:45 de un día ventoso. Aquel 6 de junio de 1964, un chorro de crudo de casi treinta metros brotó del suelo y empapó los campos de trigo y cebada de alrededor. Tras el hallazgo del tesoro, los responsables de la prospección acudieron rápidamente al puesto de teléfono y llamaron a Madrid para comunicarlo con un sencillo mensaje: “Éxito”.

El primero de los pozos del campo de petróleo de Ayoluengo era el sondeo número 149 que se realizaba en el país desde 1941, cuando se empezaron a llevar registros. Los técnicos habían levantado una torre de cincuenta metros a principios de abril, y un mes después comenzaron a taladrar la tierra con el objetivo de descender hasta los 3.500 metros de profundidad, donde se

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