Querer y no poder. Pocas batallas son tan frustrantes como la que se libra contra el propio , sobre todo cuando el esfuerzo por conciliar el sueño se convierte en el principal obstáculo para lograrlo. La paradoja es absoluta: intentar forzar el descanso genera un estrés completamente contraproducente , provocando que el cuerpo libere cortisol y adrenalina. Estas hormonas, diseñadas para la alerta, nos meten de lleno en un estado de vigilia del que es todavía más difícil escapar.

De hecho, esta misma lógica se aplica a los despertares a mitad de la noche. La recomendación de los expertos es abandonar la lucha y cambiar la perspectiva. En lugar de interpretar esa interrupción como un fracaso, lo ideal es asumirla como una simple pausa, un tiempo muerto para uno mismo. La clave para volver

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