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Aficionados que acudían masivamente a un partido de fútbol en Zapopan coreaban “¡México! ¡México!” mientras pasaban junto a decenas de agentes de policía, perros detectores de explosivos, detectores de metales e inhibidores de drones; todo mientras las autoridades afinaban las medidas de seguridad de cara al Mundial 2026. A unos kilómetros de ahí, al sur de Guadalajara, se desplegaba otra escena muy diferente: elementos de la Guardia Nacional custodiaban mientras voluntarios excavaban el pequeño patio de una casa abandonada en busca de algunos de los 134.000 desaparecidos de México.

Es un contraste impactante, particularmente evidente en Jalisco, donde estadios de fútbol para 48.000 personas y zonas para aficionados —como la sede del partido amistoso entre México y Ecuador del 14

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