Las serpientes venenosas atacan con una rapidez que desafía la capacidad de reacción de casi cualquier presa. En apenas una fracción de segundo, el movimiento del cuerpo y la apertura de la mandíbula desencadenan un impacto que garantiza la inyección del veneno . Ese instante, imperceptible a simple vista, ha despertado desde hace décadas la atención de los biólogos, que tratan de comprender cómo un mecanismo tan breve puede resultar tan eficaz.
La observación detallada de estos ataques permite descifrar patrones evolutivos y estrategias adaptadas a distintos tipos de presas, y ha dado pie a una investigación que redefine la comprensión de este comportamiento.
Un análisis comparativo revela diferencias entre tres grandes familias de serpientes
El estudio principal, publicado el 23 de octubre en el Journal of Experimental Biology , analizó los movimientos de 36 especies de serpientes procedentes de tres grandes familias: vipéridos , elápidos y colúbridos . La investigación fue dirigida por Silke Cleuren , de la Universidad Monash, con la colaboración del morfólogo evolutivo Alistair Evans , y constituye la comparación más extensa realizada en condiciones controladas.
Las grabaciones alcanzaron 1.000 fotogramas por segundo y registraron 108 mordeduras con éxito . Los resultados revelan diferencias notables en las estrategias de ataque y una velocidad superior a la que un mamífero puede reaccionar ante un estímulo repentino.

Los vipéridos destacaron por la fuerza y precisión de su impulso. Salían desde una posición enroscada, alcanzaban su objetivo en apenas 21,7 milisegundos y, si el primer intento no era perfecto, recolocaban el colmillo antes de inyectar el veneno. Por otra parte, los elápidos como las cobras o las serpientes de la muerte se acercaban primero a su presa y mordían repetidamente para prolongar el flujo de veneno . En los colúbridos , el movimiento era distinto: al cerrar la mandíbula, deslizaban el maxilar superior de lado a lado y abrían cortes en forma de media luna que favorecían la penetración del veneno . Cada táctica respondía a un modelo anatómico propio y a un tipo de presa diferente.
Un laboratorio parisino reproduce los ataques para medir la fuerza y la precisión del movimiento
El equipo de Monash realizó sus pruebas en Venomworld , un centro de París dedicado a la extracción de veneno para fines médicos y científicos. Allí, las serpientes atacaban cilindros de gel calentados a temperatura corporal y equipados con sensores . Las cámaras de alta velocidad y un sistema tridimensional de calibración permitieron calcular la velocidad, la aceleración y el momento exacto en que los colmillos se desplegaban .
Según los datos, el 84% de los ataques de vipéridos se completó en menos de 90 milisegundos. Las cabezas más grandes alcanzaron mayores velocidades, y las mordidas sucesivas mostraron un rendimiento sostenido sin pérdida de intensidad.
Entre las observaciones más llamativas figuró la del víbora levantina ( Macrovipera lebetina ), que rompió un colmillo al golpear el objetivo en un tiempo mínimo. También se constató que los colmillos de las víboras se erguían por completo antes de alcanzar la máxima velocidad del ataque, lo que optimizaba la perforación.
Los elápidos más rápidos, como la serpiente de la muerte ( Acanthophis rugosus ), igualaron en parte las cifras de los vipéridos, con desplazamientos de hasta 2,21 metros por segundo. En cambio, los colúbridos demostraron una evolución distinta , dependiente de su mandíbula flexible y su posición posterior de los colmillos.
La investigación confirma que la eficacia del ataque explica la expansión evolutiva de estos linajes
La investigación mostró que el éxito de las serpientes venenosas reside en la fiabilidad del golpe . Su ataque mantiene la eficacia incluso tras varios intentos consecutivos , lo que explica en parte la expansión de estos linajes durante más de 60 millones de años.
La observación en cámara ultrarrápida ayuda además a entender cómo se ajustan la forma del colmillo, el movimiento de la mandíbula y el comportamiento del depredador a la anatomía de su presa. Esta información tiene aplicaciones médicas directas, como la mejora de los equipos de protección y el desarrollo de antídotos que tengan en cuenta la duración y la fuerza del flujo de veneno.

Timothy Jackson, investigador de venenos en la Universidad de Melbourne, destacó en declaraciones a la cadena ABC que el trabajo ofrece una base sólida para estudios posteriores . Dijo: “Ellos presentan de manera convincente por qué su estudio amplía de forma considerable nuestro conocimiento”.
Los autores subrayan que la atención futura deberá centrarse en las especies elápidas no incluidas y en los colúbridos , un grupo aún poco explorado. La continuidad de este tipo de investigaciones depende de la colaboración con centros especializados y de recursos económicos estables que permitan mantener la observación en condiciones seguras.
El proyecto deja claro que la velocidad extrema y la precisión de las serpientes venenosas constituyen una adaptación esencial para su supervivencia. Las cámaras de alta velocidad no solo han revelado su técnica, sino que también han permitido medir por primera vez la secuencia exacta de cada mordida . Esa capacidad de análisis inaugura una nueva etapa para comprender un comportamiento que, hasta ahora, había escapado literalmente a la vista humana.

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