Rusia y Ucrania libran su guerra en varios frentes, y no de ellos, y no menos importante que el resto, es el que se desarrolla en la retaguardia de ambos países, y en concreto en su red de infraestructuras de gas, petróleo y electricidad. Las principales instalaciones energéticas de ambos países se han convertido en objetivo de los ataques aéreos tanto mediante misiles como con la utilización de drones.

En algunos casos, los ataques son masivos, con proyectiles en aluvión que pretenden hacer imposible la defensa, como con más de trescientos drones y 37 misiles rusos, de los que 26 eran misiles balísticos Iskander-M o su equivalente norcoreano KN-23, además de dos cohetes hipersónicos Kinzhal.

Los ataques ucranianos han conseguido también dañar la sensible industria petrolera rusa. Desde

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