En Santa María Chilchotla, un pequeño poblado mazateco en la Sierra Flores Magón, la tradición del día muertos se vincula con un momento sagrado: la madre del inframundo otorga permiso a las ánimas para visitar a sus seres queridos. Ese viaje, invisible para muchos, se realiza a través de un cordón umbilical que une la tierra con el mundo de los vivos.

Esta cosmovisión se materializa cada año en los sombreros que portan los huehuentones, los llamados “hombres del ombligo”. Durante la festividad, prestan sus cuerpos a las almas para que puedan caminar entre los vivos y disfrutar de lo que sus familias han preparado para ellos. La vestimenta de los huehuentones es distintiva, y el sombrero ocupa un lugar central. Su copa tubular, delgada y a veces torcida, simboliza la conexión directa con

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