La Suprema Corte de Justicia de la Nación se encuentra al borde de una peligrosa regresión institucional. Bajo el pretexto de “revisar” sentencias dictadas por sus antecesores, los ministros actuales podrían romper uno de los pilares más sagrados del derecho: la cosa juzgada.

Si el Pleno decide reabrir fallos firmes de las antiguas Salas, la Corte dejará de ser el tribunal constitucional que garantiza la estabilidad jurídica y se convertirá en un tribunal de apelación de sí misma. Esta decisión representaría una fractura sin precedentes en la historia del Poder Judicial mexicano.

El caso que motiva esta tentación autoritaria —la revisión de la liberación de Juana Hilda González, víctima de tortura reconocida por la propia Corte— exhibe la presión política que hoy asfixia a la justicia. N

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