Suele mucho escribirlo pero, tras haberlo comprobado en mis carnes y de otros tantísimos, vida privada en Aragón solo se puede tener fuera de las viejas y más aún de los viejos del visillo, en Zaragoza. También es posible, episódicamente, en el territorio de los esquiadores y montañeros coleccionistas de picos el fin de semana o en los albergues del Camino de Santiago si hay suerte y la perdiz se levanta.

Por dimensión y desinterés, especialización y après escalada en el bar de los Montañeros en Sabi, por devoción o simple amor por la historia, son islotes que pueden propiciar la conversación abierta y distendida, casi hasta la democracia directa.

En el Coso de Huesca, el tendido de la plaza de toros de Ejea o las arcadas de la subdelegación del Gobierno en Teruel nadie empieza de

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