Catalunya no escapa de la ola de pesimismo que recorre buena parte del mundo. Así lo constata la encuesta bianual que el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) realiza desde 2018 para medir el grado de polarización y el estado de la convivencia. El 71% de los encuestados creen que las nuevas generaciones vivirán peor que sus padres (un punto más que en el anterior sondeo), mientras que solo el 8% cree que tendrán un futuro mejor, tres puntos menos que en el último estudio.
El ICIP ha presentado este martes el estudio, que ha confirmado que la ola derechizadora global impacta en la comunidad, pero no con toda la fuerza que se podía prever. “Hay algunos indicadores de alarma, pero no son tan sorprendentes si tenemos en cuenta los discursos políticos y mediáticos que avivan la confrontación y crean un 'ellos contra nosotros'”, ha aseverado el director del ICIP, Kristian Herbolzheimer.
Uno de los primeros indicadores que constatan este pesimismo es el nivel de confianza interpersonal. Un tercio de la ciudadanía afirma tener una desconfianza “elevada” respecto al resto de la gente, el porcentaje más alto en los últimos cinco años. En 2020, apenas era el 10% de encuestados y ahora son el 31%. La encuesta ha hallado una relación entre menor nivel de estudios y menor confianza con el resto de la gente.
“Donde detectamos una erosión mayor respecto a otras encuestas es en la confianza en el resto de la gente, por ejemplo en que si pierdo el monedero, me lo devolverán”, ha expuesto el politólogo y profesor de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) Toni Rodón, coordinador de la encuesta. La bajada de la confianza interpersonal, según Rodón, muestra un cambio de tendencia en la sociedad: “Parece que vamos hacia un modelo más individualista, similar al de los países anglosajones, que a nuestro tradicional comunitarismo”.
Alentadas por los discursos mediáticos y políticos que reclaman más mano dura, las respuestas de la encuesta donde más se refleja la pérdida de empatía de la sociedad versan sobre el castigo y la inmigración: un 51% de encuestados aboga por un endurecimiento de las penas para delitos comunes en vez de medidas alternativas a la prisión, el mismo porcentaje que reclama expulsar a los migrantes que delinquen.
Todo ello pese a que España ya tiene las penas en la horquilla más alta de Europa en delitos graves y los estudios que constatan que pasar más tiempo en la cárcel no tiene efectos en la reincidencia delictiva (todo lo contrario, hace perder todavía más lazos sociales y económicos y dificulta la reinserción).
Por el contrario, una mayoría de encuestados rechaza perder libertades en favor de la seguridad. Tampoco hay muchos partidarios de aumentar el gasto militar: la mitad de la ciudadanía es contraria a que España aumente el gasto militar al 5% del PIB, como reclama la OTAN, y una mayoría considera que el gasto militar actual es adecuado o excesivo.
Además, si bien la percepción de inseguridad crece, es mayor cuánto más se amplía el foco. Esto es, que el mundo está peor que el barrio, según la mayoría de encuestados: un 72% de ciudadanos expresa que la seguridad ha empeorado en el último año en el mundo; un 64% lo cree para Catalunya y un 61% para España, mientras que en el barrio el porcentaje desciende hasta el 38%.
Como ocurre en varios países europeos, los hombres jóvenes son los más derechizados: solo un 36% de los hombres catalanes de entre 18 y 24 años están de acuerdo en que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. El porcentaje crece al 45% entre las chicas de la misma edad y al 64% en general.
El antifeminismo y el negacionismo climático son las dos expresiones más concretas de la derechización de los hombres jóvenes: el 60% considera que el feminismo perjudica las relaciones entre hombres y mujeres, y el 30% cree que la violencia de género es un “invento” del feminismo. Además, el 18% cree que el cambio climático responde a cuestiones naturales y no a la acción humana, frente al 61% general. Este porcentaje que cree que el cambio climático deriva de la acción humana es el segundo más alto de Europa, solo superado por el de Suecia.
Para revertir esta tendencia entre los jóvenes, Herbolzheimer ha llamado a las instituciones a reducir el crecimiento de las desigualdades estructurales, como la vivienda, y a “combatir los discursos” que polarizan a la sociedad con “percepciones interesadas” sobre la inseguridad, además de “ofrecer alternativas”. “El debate no es entre impunidad y punitivismo. sino qué alternativas abordamos para los retos de seguridad que tenemos. No es algo dicotómico y tenemos trabajo que hacer”, ha apostillado.

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