Ha terminado la Filuc 2025 y puedo escribir con mayor tranquilidad luego de una semana tan ajetreada. Es, además, un deber casi moral para mí presentarme acá, tras dos semanas sin actualizaciones por estos mares.
Por segundo año consecutivo recorrí los pasillos de la Braulio Salazar durante todas las jornadas de la feria. Me gusta decirle a la gente que lo hice por compromiso; para colaborar con El Carabobeño haciendo entrevistas y escribiendo algunas notas como parte de la cobertura. A pesar de que esto es cierto, la realidad es que incluso sin esa responsabilidad habría estado allí todo el tiempo posible.
La Filuc se ha convertido para mí en una pequeña patria de la cual me siento parte. En esta región del país —y en casi todas, con excepción de la capital— la vida cultural no es eferv

El Carabobeño

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