No puedo leer la noticia del asesinato de Carlos Manzo sin sentir rabia. No tristeza: rabia. Porque otra vez, en pleno siglo XXI, México vuelve a demostrar que aquí se mata a quienes intentan hacer las cosas bien.
Manzo no era un héroe de cartón ni un político de discursos huecos. Era un alcalde que tuvo el valor de enfrentar al crimen organizado, de denunciar su poder, de pedir ayuda. Y lo mataron, frente a su familia, frente a todos, en una fiesta pública, mientras hablaba a su gente.
¿De qué sirve tener Guardia Nacional, protección oficial y promesas presidenciales si un alcalde puede ser ejecutado ante cámaras y testigos? No fue un descuido; fue un mensaje. Lo mataron porque habló, porque se negó a pactar, porque quiso gobernar sin miedo. Y el Estado —ese que se llena la boca habland

QUINTANA ROO HOY

CRÍTICA DN
Milenio
TV Azteca Noticias
Zócalo
Zona Franca Política y Sociedad
El Sol de Zamora
Wilmington Star-News Sports
AlterNet
AmoMama