Cuando Pier Paolo Pasolini (1922-1975) rodó su primera película en 1961, Accatone, ya había publicado los poemarios Le ceneri di Gramsci, L’usignolo della Chiesa Cattolica o, ese mismo año, La religione del mio tempo; las novelas Ragazzi di vita o Una vita violenta y el ensayo Passione e ideología. Nunca antes y nunca después un poeta, novelista, ensayista y polemista de tan gran talla creó una obra cinematográfica tan poéticamente poderosa, formalmente innovadora, provocativamente crítica, conmovedoramente humana y sobrecogedoramente bella.
Desde aquella Accatone, que iniciaba la que junto a las posteriores Mamma Roma e Il Vangelo secondo Mateo me gusta llamar trilogía sagrada, hasta la abisal Salò o le 120 giornate di Sodoma, que debía iniciar la Trilogía della morte, su obra asombrosa

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