—Si tu papá pudiera verte en este momento, ¿qué le dirías? —le pregunté en una oportunidad a Ricardo Fort .
—Le diría: “Mirá papá, llegué” —me respondió “El Comandante” con los ojos empañados por las lágrimas.
En el departamento del mediático, sito sobre la calle Sucre al 1900 de Belgrano, siempre estaba prendida la televisión . Porque siempre, en todos los programas de espectáculos, hablaban de él. Y él se jactaba de poder modificar la rutina de cualquier ciclo con un simple mensaje de texto (en esos años no existía el WhatsApp), algo que lo hacía sentir súperpoderoso.
El movimiento era constante. Los “gatos” (así llamaba a los modelos que lo acompañaban) jugaban a la PlayStation. Nunca faltaba algún custodio dando vueltas. Sus hijos, Martita y Felipe , por momentos se sumaban

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