El fútbol moderno ha confundido los excesos con las virtudes: el que más habla, parece saber más, el que más gesticula parece entender más, el que más exige aparenta ser un líder genuino. Pero el fútbol es un viejo sabio que siempre termina equilibrando la balanza y nos recuerda que dirigir no es solo ordenar: es inspirar.
Un buen entrenador no es aquel al que los jugadores temen, sino aquel al que no quieren dejar de escuchar.
El indicador no está en el tiempo que dura la sesión de entrenamiento, sino en el deseo de continuar explorando asuntos del juego una vez dado el pitazo final que marca la terminación de las sesiones matutinas de trabajo. Cuando se hacen cortas las sesiones de entrenamiento, algo más profundo que una tarea se ha sembrado en la conciencia de los deportistas. Porque

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