Carlos Manzo, alcalde del oeste de México, ganó fama nacional este año con una exigencia sencilla pero agresiva: que las autoridades mexicanas mataran sumariamente a los miembros armados de los cárteles que aterrorizan al país.
Esa postura militante lo hizo extremadamente popular entre los votantes de su ciudad, Uruapan, y en otros lugares. También llevó al alcalde de 40 años a llevar un chaleco antibalas junto con su característico sombrero de vaquero, y al gobierno federal de México a asignar personal militar para protegerlo.
En junio, recordó haber recibido una escalofriante llamada telefónica de un hombre que amenazaba con matar a su hijo pequeño. “Pues yo les respondí como respondería cualquier padre”, dijo. “Les dije: ‘aquí los espero’”.
El sábado por la noche, Manzo sostuvo a su

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