En Anfield , el Real Madrid volvió a chocar contra su propia versión más débil. El Liverpool fue superior en todo: ritmo, intensidad y convicción. El marcador, 1-0 , fue el menor de los males. El único motivo por el que no fue una goleada tiene nombre propio: Thibaut Courtois .
El portero belga sostuvo al equipo con varias paradas decisivas, como ya hiciera en la final de París. Pero esta vez, la historia fue distinta. Su rostro al abandonar el campo lo decía todo: enfado, frustración y cansancio . Courtois, según testigos a pie de campo, entró molesto al vestuario , sin mirar a nadie y con un gesto de clara desaprobación. En su mente, había una idea evidente: el equipo no estuvo a la altura . Durante muchos minutos, el Madrid jugó sin intensidad , sin presión y, en

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