Los romanos no fueron los primeros en asociar ese brillante punto rojizo del cielo nocturno con el dios de la guerra. Mucho antes, los babilonios ya le habían puesto un nombre que evocaba la destrucción. Milenios de astronomía y ciencia no han hecho más que incrementar nuestra fascinación por el inhóspito planeta rojo.

Después de observarlo con telescopios, escribir innumerables historias sobre sus habitantes imaginarios y visitarlo con las primeras sondas, en las últimas décadas, la humanidad ha hecho algo mucho más extraordinario: recorrer Marte con vehículos robot: extensiones robóticas de nuestra propia curiosidad que han cruzado desiertos, escalado montañas y analizado rocas para enseñarnos lo que no sabíamos sobre cómo se formó nuestro sistema solar y por qué Marte pasó de ser un

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