Durante décadas, la coctelería fue una práctica sujeta a fórmulas fijas, vasos medidos y recetas heredadas. Pero en los últimos años, ha mutado en una disciplina experimental, en la que el equilibrio clásico entre alcohol, azúcar, cítrico y amargo convive con ingredientes locales, técnicas de alta cocina y nuevos rituales de consumo.
La evolución no es exclusiva de las grandes capitales. En Bogotá, la escena coctelera crece a la par de ciudades como Londres, Nueva York o Ciudad de México . Una nueva generación de bartenders, sommeliers y consumidores busca algo más que una bebida: busca experiencias.
“Los cócteles se han vuelto espacios de expresión, tanto para quien los crea como para quien los bebe. Ya no basta con replicar clásicos: hay que reinterpretarlos”, señala Ramón Cardo

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