En el corazón salvaje de Alaska, donde los ríos alguna vez fluyeron cristalinos entre montañas intactas, un fenómeno desconcertante está alterando por completo el paisaje: Las aguas se están volviendo de color naranja brillante, como si hubieran sido contaminadas por desechos industriales. Lo que parece una escena de ciencia ficción es, en realidad, una de las señales más inquietantes del cambio climático invisible que está transformando los ecosistemas árticos desde sus cimientos.
Todo comenzó cuando el ecólogo Patrick Sullivan, durante un vuelo de reconocimiento en 2019, sobrevoló la región del río Salmon —una de las zonas más remotas y prístinas del planeta— y descubrió un panorama devastador: Los ríos que antaño fueron descritos como “los más claros del mundo” ahora corrían

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