Cuando habla de fruticultura , Laura Mihaljevic se le aceleran las palabras. Las ideas y los recuerdos fluyen con la misma energía con la que defiende la actividad. “ Soy así, pasional. Lo llevamos en la sangre, así somos los croatas ”, dice con orgullo. En su voz se condensa la historia de una familia que, desde hace generaciones, vive al ritmo de la tierra.

Su bisabuelo llegó desde Croacia a comienzos del siglo pasado en busca de trabajo. Años más tarde, su padre, Markan , cruzó el océano con apenas una valija, un molinillo de café y un trozo de pan. Viajó junto a su abuela para reencontrarse con el abuelo, que había emigrado veinte años antes. “ Mi papá dormía entre los chanchos para calefaccionarse ”, recuerda Laura. “ Esa historia de sacrificio fue la que nos marcó a tod

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