Durante muchos años los políticos bromeaban con la palma de sus manos:

--Mire, me dijo un candidato hace unos años mientras exhibía la palma y el canto de su mano derecha. Este es el verdadero callo político. Cada día saludo a cientos de personas. De tanto estrechar y apretar manos y ser magullado, apretado y sobado, ya se me hizo rasposo.

Enrique Peña Nieto tenía los antebrazos llenos de arañazos y rasguñaduras: las entusiastas mujeres del grito alharaquiento en las campañas en mangas de camisa del estado de México y la presidencia, lo intentaban retener mientras se le iban encima con furor de tocamiento, lo arañaban voluntaria o involuntariamente con las uñas.

--Es una muestra de popularidad, pero también es un riesgo. Y luego hasta meten mano, decía entre sonrisas.”

La cercanía con

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