Europa llega a la COP30 con el alma dividida. Lo que debía ser una demostración de liderazgo global se ha convertido en un debate doméstico sobre hasta dónde puede llegar nuestra ambición sin quebrar el equilibrio interno. Bruselas propone reducir un 90% las emisiones para 2040, pero varios Estados —con Alemania, Polonia o Hungría a la cabeza— reclaman un freno de emergencia si los bosques no absorben lo prometido o si la industria pierde pie frente a Asia y América. Francia exige un trato preferente para la energía nuclear, mientras el bloque oriental pide aplazamientos y flexibilidad. El debate revela más que las cifras: tras años de consenso verde, el viejo temor a perder competitividad vuelve a imponerse al impulso político. Y en el fondo late una pregunta incómoda: ¿puede Europa mante
Europa, en el dilema entre el clima y la competitividad
Deia4 hrs ago
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