Las infancias y adolescencias viven hoy en una realidad atravesada por pantallas, algoritmos y plataformas interactivas que colonizan casi todos los aspectos de su vida cotidiana. Desde los primeros años, y cada vez a más temprana edad, el tiempo de juego, el aprendizaje, la socialización, y hasta los afectos se construyen también en una relación ininterrumpida entre los entornos físicos y digitales. Los consumos como videojuegos, redes sociales, streamings o aplicaciones, dejaron de ser simples pasatiempos para conformar espacios clave de identidad, pertenencia y lenguaje , donde se forman lazos, deseos, pensamientos y modos de habitar en el mundo. El problema es que en ese mismo territorio al que los adultos muchas veces no acceden se abren también zonas de vulnerabilidad y sufrimient

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