Empadronarse en casa ajena para parecer más catalán de lo que se es: un clásico del manual político patrio. Javier Ortega Smith lo hizo cuando Vox apenas levantaba cabeza en Cataluña , convencido de que un domicilio en Sant Cugat bastaría para plantar bandera.
El truco no cuajó, pero el gesto quedó ahí, entre la picaresca y la necesidad. No fue el único —ni será el último— en confundir el empadronamiento con la militancia.
Este empadronamiento, decidido en la cúpula que entonces formaban Abascal , Smith e Iván Espinosa de los Monteros supone un fraude al no corresponder con la residencia habitual del político, pero querer beneficiarse administrativamente.

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