Sorprendió la forma en que reaccionó el Gobernador frente a un asunto que bien pudo abordar de distinta manera. No le dio a Miguel Calderón ni al CESP el trato que le corresponde desde la función autónoma como factor bisagra entre el Ejecutivo y la sociedad para articular políticas públicas en seguridad pública, ni le extendió la mano amigable a Alberto Coppel cuyo grano de arena en la construcción de paz resulta nada despreciable.

Sin ser cosa menor la malaventura de gobernar a Sinaloa en el contexto de la gran ruptura en el cártel local del narcotráfico, infortunio que haría mella hasta en el más cuerudo de los políticos, de cualquier forma al Gobernador Rubén Rocha Moya le corresponde sostener la entereza propia del capitán que intenta y logra salvar del naufragio al barco por más fuer

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