Invertir en seguridad no es un gasto: es una inversión en paz, en desarrollo y en confianza. La pregunta es si Sinaloa se atreverá a dar ese paso. Si seremos capaces, juntos, de poner la seguridad y la justicia en el centro del futuro que queremos. Si asumiremos, sin pretextos, que la paz no se promete: se construye, se financia y se defiende todos los días.

Durante décadas, Sinaloa ha aprendido a vivir con miedo. Lo hemos normalizado. Las cifras de homicidios, desapariciones y robos se repiten con tal frecuencia que ya casi no dimensionamos en nuestro día a día lo que sucede a nuestro alrededor. Pero no lo son. Cada cifra representa una familia rota, un negocio que cierra, un joven que huye buscando mejores condiciones de vida y un mejor futuro laboral, una comunidad marginada que pierde

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