La “declaración de un marco de trabajo conjunto” entre los Estados Unidos y Argentina no debe leerse como un acuerdo comercial bilateral, mucho menos como un tratado de libre comercio (así lo presentó, mayoritariamente, la comunicación oficial y paraoficial y buena parte de la prensa, aunque estrictamente hablando no sea ninguna de las dos cosas). Se trata, en cambio, de una columna más en la ingeniería de dominación que despliega la Casa Blanca sobre el territorio argentino, los recursos del país y sus habitantes, y al mismo tiempo, de una inmensa oportunidad de negocios para los involucrados. La geopolítica de más alto nivel y la corrupción más mundana se entremezclan en una trama opaca con pocos beneficiados y 47 millones de damnificados.
Desde el comienzo de su gobierno Javier M

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