Cualquier sospecha sobre una hipotética relajación de Carlos Alcaraz tras cerrar el año como número uno del mundo quedó disipada en apenas un set. Lo que mostró ante Felix Auger-Aliassime fue más que una victoria: fue una declaración de intenciones. Ni el deber cumplido ni los registros conquistados han anestesiado su hambre competitiva. En el primer parcial, el español ofreció una exhibición de tenis moderno, agresivo, eléctrico, voraz. El instinto de cazador sigue intacto.
Ya ha cumplido parte del objetivo que lo trajo a Turín: conservar el trono del ranking. Pero queda la conquista final: su primera ATP Finals . La oportunidad está ahí, al alcance de una última batalla. El adversario, Jannik Sinner, no podría ser más simbólico. Ambos representan el relevo generacional ya consumado: un cara a cara por la hegemonía del presente .
Un duelo sin distancia
Están ellos dos. Luego, muy detrás, los demás.
Alcaraz ha ganado en Wimbledon. Sinner ha dado el paso al frente que le exigía el circuito. Ambos llegan a la final sin haber cedido un solo set en Turín. Y ambos parecen ajenos al desgaste de una temporada asfixiante. Son talento, pero también físico, control mental y lectura de juego. El tenis ha encontrado en ellos dos su nueva gran rivalidad.
La superficie, en principio, favorece al italiano. Sus automatismos funcionan mejor sobre pista dura cubierta, donde todo se decide con una décima de segundo menos. Alcaraz, que necesita algo más de tiempo para ajustar su juego a cada entorno, ya tropezó en Paris-Bercy ante Norrie, en condiciones similares. Pero lo visto en estas ATP Finals invita al optimismo: el murciano ha encontrado ritmo, agresividad y soluciones. Ha afinado cuerpo y cabeza para este tramo final.
El contexto: lo que se juega
El español busca cerrar su mejor temporada con un título que aún se le resiste. Ganar en Turín sería no solo una conquista simbólica, sino una confirmación de jerarquía. Para Sinner, la motivación es máxima: vencer al número uno en casa, ante su gente, en el torneo de los ocho elegidos. Tiene también cuentas pendientes: en Nueva York, Alcaraz marcó distancias que el italiano querrá acortar o revertir.
No hay favorito claro. Todo apunta a una final ajustada, decidida por detalles milimétricos , por momentos fugaces: un revés en carrera, una volea salvadora, una doble falta inoportuna. A este nivel, el partido se resuelve más en la gestión de los nervios que en la técnica.
Reflexión final
Será una final entre iguales. No hay margen para la especulación, ni para la duda. Solo cabe el tenis total, ese que ambos practican desde el instinto y el entrenamiento. Alcaraz y Sinner llegan en plenitud. Lo saben. Y también saben que esta no será la última vez. Pero sí puede ser la que defina el relato del año . Todo está preparado. Solo resta que empiece el espectáculo —el de verdad— ese que no necesita adornos.

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