CHIAMAKA
UNO
Siempre he deseado ser conocida, conocida verdaderamente, por otro ser humano. A veces vivimos durante años con anhelos a los que no conseguimos poner nombre. Hasta que en el cielo se abre una grieta, que luego se ensancha y nos permite descubrir quiénes somos, tal como ocurrió en la pandemia, porque fue en el confinamiento cuando empecé a cribar mi vida y dar nombre a cosas que habían permanecido innominadas desde hacía tiempo. Al principio, juré que sacaría el máximo provecho de ese secuestro colectivo : si no tenía más remedio que quedarme entre cuatro paredes, me aceitaría a diario el nacimiento del pelo para fortalecérmelo, bebería ocho vasos grandes de agua, trotaría en la cinta, me daría el lujo de dormir largas horas y me aplicaría sérums nutritivos en el cutis. Es

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