Hay jugadores que llegan a la NFL como prodigios inevitables. Y luego está Jauan Jennings, quien entró a la liga por la puerta lateral, cargando más dudas que elogios, pero también una determinación que muy pocos entienden hasta que lo ven jugar. Lo suyo nunca fue el brillo: lo suyo fue la insistencia.
Jennings nació para los momentos complicados. En la preparatoria ya destacaba por algo que los scouts no saben medir: el corazón para competir. Y en la Universidad de Tennessee, donde la presión es real y el margen para fallar es mínimo, desarrolló un estilo que marcaría su identidad. Físico, duro, terco. Jennings corre rutas como si estuviera intentando resolver algo personal; pelea cada yarda como si significara más que el marcador.
Pero aun así, el Draft no lo trató como a un héroe. Cay

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