La copa de plata hallada en 1970 en una tumba del valle de Ain Samiya , en las colinas de Judea (la cadena montañosa que atraviesa el centro de Cisjordania entre Jerusalén y el valle del Jordán), lleva más de medio siglo desconcertando a la arqueología del Próximo Oriente.

Con apenas ocho centímetros de altura y decorada con escenas de seres híbridos, plantas, serpientes y símbolos celestes, el objeto ha sido considerado durante décadas una de las piezas más singulares del Bronce Antiguo en el Levante . Ahora, un nuevo estudio firmado por Eberhard Zangger, Daniel Sarlo y Fabienne Haas Dantes, publicado en JEOL , propone una reinterpretación que cuestiona de raíz las lecturas tradicionales y sitúa su iconografía en un marco cosmológico más amplio y anterior al famoso mito babilónico del Enuma Elish.

La hipótesis popular hasta la fecha
La hipótesis dominante desde los años setenta , cuando el arqueólogo, político y militar israelí, Yigael Yadin divulgó su primera lectura, vinculaba las dos escenas del vaso con una supuesta versión temprana del relato de creación mesopotámico . Según esa propuesta, la figura compuesta del panel izquierdo representaría a Tiamat, el monstruo primordial del caos, mientras que la escena derecha mostraría la victoria de Marduk y el establecimiento del orden cósmico.
Sin embargo, esta interpretación fue siempre preliminar , tal y como el propio Yadin afirmó, y, pese a su persistencia, muchos especialistas han señalado a lo largo de los años que no existían pruebas suficientes para sostenerla. El nuevo trabajo avanza precisamente en esa dirección y desmonta las conexiones con el Enuma Elish. Es decir, el mito babilónico de la creación, en el que presenta a Marduk como la divinidad que establece el orden cósmico tras derrotar al monstruo primordial Tiamat y dividir su cuerpo para formar el cielo. Se redactó en el segundo milenio a.C. para reforzar la primacía de Babilonia, y durante décadas fue el principal marco de comparación aplicado al vaso, aunque el estudio demuestra que el objeto es muy anterior y no encaja con esa narrativa.
Así desmonta la conexión
El primer punto de fricción es el propio desfase temporal . El vaso de Ain Samiya pertenece a la Edad del Bronce Intermedia (2650–1950 a. C.), mientras que el Enuma Elish adquirió su forma canónica más de un milenio después. A ello se suman contradicciones internas entre las escenas del goblet y el contenido del mito babilónico, así como la ausencia de paralelos directos en la glíptica mesopotámica ( arte de tallar sellos, cilindros-sello, gemas y pequeñas piezas en piedra para crear imágenes en relieve o en hueco) o el arte mesopotamio del periodo.
Críticas previas , como las formuladas por Lambert, Gates o Ayali-Darshan, ya habían señalado la falta de fundamento de la lectura “proto–Enuma Elish” . El nuevo estudio incorpora esas objeciones y amplía el análisis comparativo para demostrar que la iconografía del vaso responde a una lógica cosmológica más antigua y transversal en el Próximo Oriente, sin escenas de combate ni narrativa épica.
Lo que propone el estudio y cómo lo refuerza
La investigación propone que las dos escenas representan, en realidad, dos estados sucesivos del universo : la fase previa a la creación , marcada por el caos y la indistinción de elementos; y el establecimiento posterior de un orden cósmico estable . En el panel izquierdo, el más complejo, la figura híbrida con rasgos humanos y bovinos, junto con la serpiente erguida y las plantas desproporcionadas, simbolizaría un tiempo primordial donde animales, plantas y deidades aún no estaban diferenciados ni podían cumplir su función. En ese escenario, la serpiente ejercerían el papel de fuerza caótica dominante.
En el panel derecho, por el contrario, los autores identifican la representación del orden ya constituido: dos deidades antropomorfas sostienen un objeto en forma de creciente, interpretado como la Barca Celeste, mientras bajo ellas la serpiente aparece reducida y desplazada al ámbito inferior.
La lectura iconográfica se apoya en una revisión detallada de cada motivo representado . El sol con once pétalos, corregido respecto a publicaciones antiguas que hablaban de doce, la disposición simétrica de las escenas, el tratamiento de las serpientes y la variación en su patrón de escamas, el atuendo de los dioses, el cinturón que delimita el cuerpo de la figura híbrida o la aparición de plantas estilizadas se analizan comparándolos con paralelos mesopotámicos, anatolios y egipcios.

Los autores demuestran que la Barca Celeste , sostenida por las divinidades de la escena derecha, aparece documentada como símbolo del recorrido solar desde épocas muy tempranas , y que existen ejemplos posteriores en Egipto y en el santuario hitita de Yazılıkaya que refuerzan ese contexto cosmológico centrado en el nacimiento, muerte y renacimiento del sol.
La comparación con distintos repertorios iconográficos del III y II milenio a. C. es clave para contextualizar el vaso . Los autores citan paralelos que van desde las liras decoradas halladas en las tumbas reales de Ur hasta relieves hititas, así como los sellos de Kültepe-Kanis, las paletas egipcias o los estándares rituales de Hazor. En conjunto, estos ejemplos permiten situar la escena dentro de una tradición visual común en el antiguo Oriente Próximo . En ese marco, el cosmos aparece como un conjunto de niveles (inframundo, tierra y cielo) articulados por la acción divina que garantiza su estabilidad.
En ese marco, la Barca Celeste sería el instrumento mediante el cual los dioses garantizan la estabilidad del ciclo solar, mientras que la serpiente representaría el riesgo siempre latente de la irrupción del caos. Las variaciones entre ambas escenas, de la posición del reptil al crecimiento del disco solar, servirían para expresar el paso del tiempo desde el desorden primordial hasta la creación de un cosmos funcional.

El origen y circulación del objeto
El estudio también aborda la cuestión del origen y circulación del objeto, que presenta un diseño muy sofisticado a pesar de una ejecución técnica irregular . Los autores sugieren que la composición iconográfica pudo ser obra de un ilustrador formado en el ámbito acadio, mientras que la fabricación podría haberse realizado en algún taller del norte de Siria . Desde allí, el vaso habría viajado hacia el sur siguiendo rutas comerciales vinculadas al intercambio textil y metalúrgico entre Siria y el Levante. Su presencia en el fastuoso ajuar de la tumba 204a de Ain Samiya (un contexto excepcionalmente bien conservado dentro de los centenares de sepulturas de la zona) sería coherente con la circulación de bienes de prestigio durante el Bronce Intermedio.
La aportación más destacada del estudio
La aportación más novedosa de la investigación es, sin embargo, el análisis de un objeto hasta ahora inédito : el prisma de Lidar Höyük, hallado en Turquía y conservado en el Museo de Sanlıurfa . Se trata de un bloque de piedra caliza decorado en sus cuatro caras con figuras humanas y un símbolo circular inscrito en un creciente, claramente emparentado con la Barca Celeste.

Su división en cuatro cuadrantes sugiere una referencia a los puntos cardinales o a las estaciones , y su iconografía (mucho más tosca que la del vaso) constituye uno de los ejemplos cosmológicos más antiguos conocidos . Para los autores, la similitud entre este prisma y la escena derecha del goblet refuerza la lectura de este último como una representación del mecanismo divino que sostiene el orden cósmico.

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