El famoso límite de 1,44 MB en los disquetes de 3,5 pulgadas no solo definió una era tecnológica, sino que también escondió un secreto que millones de usuarios nunca conocieron: esa capacidad no era real. La cifra, más que un valor técnico preciso, fue una convención híbrida entre sistemas de medición que terminó imponiéndose en la industria y marcando a toda una generación que aprendió a medir la información en megabytes y a ahorrar cada byte como si se tratara de oro digital.

El ángulo central del fenómeno radica en que el disquete, protagonista de los años noventa, nació bajo parámetros estrictos de capacidad física, pero se popularizó bajo una interpretación comercial. Aunque la mayoría lo conocía como un dispositivo de exactamente 1,44 MB, su almacenamiento real rondaba los 1,41 MB e

See Full Page