Comenzó hace unos días, cuando la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, declaraba ante el parlamento que una agresión china contra Taiwán podría constituir una “situación de amenaza para la supervivencia”, la fórmula legal que permitiría a Tokio emplear la fuerza en apoyo de sus aliados. Con sus palabras, no solo rompía la “ambigüedad estratégica” mantenida durante décadas por Japón, abría así una caja de pandora que a esta hora pende de una línea muy delgada.
El estallido. Como decíamos, el gesto de Takaichi, que rompía con décadas de cautela y “ambigüedad estratégica” en torno a la cuestión taiwanesa, fue interpretado por Pekín como una provocación directa y una señal de que el nuevo gobierno japonés estaba dispuesto a alinearse más abiertamente con Washington y Taipéi en el escena

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