Tenía 60 años. Era mujer, madre y esposa. Vivía en Alpedrete, un pueblo de Madrid, y fue su hijo quien la encontró muerta este domingo. No estaba enferma ni sufrió un terrible accidente. Fue cruelmente asesinada porque así lo decidió su marido. No consigo saber cuál era su nombre, a qué se dedicaba ni cuáles eran sus sueños. Porque tendría. El negacionismo más ruin ha devorado su historia. Sabemos que es ya la víctima número 37 de la violencia machista en España y la 1.332 desde que en 2003 comenzaron los registros oficiales. Datos gélidos, sin alma, en vísperas de ese atroz diciembre en que se cumplirán 28 años del asesinato de Ana Orantes, la granadina que fue quemada viva por su marido como represalia por confesar en televisión que llevaba toda la vida callándose sus palizas. Golpe tras

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