El amor te puede sanar… literalmente. Según varios estudios, cada abrazo, cada gesto que te hace sentir seguro, deja huellas medibles en tus células, las que reaccionan y le dicen a tu cuerpo que registre ese afecto y lo use como herramienta de reparación. No es magia, es química pura. El amor baja el cortisol y dispara oxitocina, la hormona que le dice a tu cuerpo “estás a salvo”. Y entonces pasa lo increíble: tus defensas se elevan, hay menos desgaste celular, más señales que protegen, reconstruyen y ralentizan el envejecimiento. Así que la próxima vez que digas que el amor “no sirve para nada”, recuerda esto: Puede que no arregle la vida entera, pero sí puede reescribir la forma en que tu cuerpo la enfrenta.

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