Pátzcuaro, Michoacán.- En el embarcadero de Pátzcuaro, donde las lanchas se mecen despacio y el aire huele a humedad y recuerdos, trabaja Vicente Poncho, un hombre de 93 años que ha pasado la mayor parte de su vida frente al lago.

Su pequeño puesto de sombreros y chales está junto al muelle, donde todos lo conocen y lo saludan con respeto. Vicente ya no rema como antes, pero sigue llegando cada mañana, con la misma calma de quien ha aprendido a envejecer junto al paisaje.

“Para entretenerme, ya estoy aquí”, dice, con una sonrisa cansada pero firme. No lo hace por dinero, sino por costumbre, por cariño, porque su vida entera se quedó entre el agua y las tablas del muelle.

Cuando Vicente empezó a trabajar, el lago era otro. “Era grandísimo, una chulada, parecía espejo”, recuerda.

En aque

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